Saturday, December 10, 2011

El poder del poder

                ¿Quién decide las historias y los eventos que merecen ser incluidas en un libro de historia? ¿Quién decide la manera en que las historias están contadas?  El artículo de Ranajit Guha, The Small Voice of History (1993), nos explica el debate de la decisión del valor de una historia sobre otra. Hablando de eventos históricos, Guha menciona, “…the crust of common sense begins to crumble as soon as one asks what precisely the adjective ‘historic’ is supposed to be doing in such expressions…For some discrimination is quite clearly at work here-some unspecified values and unstated criteria-to decide why any particular even or deed should be regarded as historic and not others” (1). Es decir, hay muchas historias y muchos eventos que pasan alrededor del mundo todos los días, pero ¿cuáles son las características distintas que llaman la atención a uno para decidir, “eso vale ser un evento histórico”?

                 En el caso de India, como menciona Guha, la elite escribe la historia, y también, lee la historia. Por eso, la historia refleja los ideales de la clase alta y excluye la clase baja. “The intelligentsia…had been schooled in their understanding of the history of the world…In their own work within the liberal professions therefore they found it easy to conform to the official interpretation of contemporary Indian history simply as a history of the colonial state” (3). Si pensamos en la historia en general, las voces de los subalternos no están escuchadas y la razón es simple. Los subalternos no tienen la educación ni las maneras en que puedan contar sus historias a los demás. Entonces las historias que nosotros escuchamos son las historias a través de los ojos de la gente elite porque tiene la educación y el poder. Por esta razón, Guha nos pregunta, “-are we to allow these plaintive voices to be drowned in the din of a statist historiography? What kind of history of our people would that make, were it to turn a deaf ear to these histories which constitute, for that period, the density of power relations in a civil society…?” (6).

                La obra de Horacio Castellanos Moya, Insensatez (2004), trata del problema que menciona Guha, ¿qué hacemos con las historia de la voces pequeñas? El protagonista del obra, lo cual nunca sabemos su nombre, está contratado por la Iglesia católica para revisar, redactar, y compilar “mil cien cuartillas” (13) del genocidio de los indígenas en un país de América Central. El protagonista lea los testimonios de los indígenas y no puede quitar sus historias de su mente. Tiene su libreta dónde escriba algunas frases poéticas de las cuartillas, como, “Yo no estoy completo de la mente” (13), “Lo que pienso es que pienso yo…” (43), “¡Pero yo siempre me siento muy cansado de que no puedo hacer nada!”(113). También, como siempre tiene su libreta, el protagonista empieza a contar las historias que ha leído a sus amigos y otra gente con quien tiene contacto. Pero la reacción de la gente nunca es lo que espera. “Yo lo observé de nuevo, porque ahora sí tenía que haber encajado esos verso que para mí expresaban toda la desolación después de la masacre, pero no para mi compadre Toto, más agricultor que poeta, como descubrí con pena…” (31). Al escuchar una historia horrible del genocidio de los indígenas, el amigo del protagonista no reacciona. Así podemos ver las ideas que menciona Guha en su artículo. Primero, las voces pequeñas no están oídas, pero también una persona de una clase más alta tiene que reescribir las historias. El protagonista toma el puesto de revisar las historias, lo cual nos hace preguntar, ¿por qué tienen que ser redactadas? ¿No sería mejor leer una historia cómo está descrito de la persona que vivía la experiencia? Aquí vemos el poder del poder.

Obras citadas:

Castellanos Moya, Horacio. Insensatez. Mexico, D.F.: Tusquets, 2004. Print.

Guha, Ranjit. "The Small Voice of History."  The Small Voice of History: Collected Essays.  Ranikhet: Permanent Black, 2009. 1-12. Print.     

Saturday, December 3, 2011

La fluidez del poder

         
           Una de las características más visibles de la postmodernidad es que no hay tiempo lineal, sino espacios dónde aparece sujetos o personajes divididos. Como he mencionado en una entrada anterior, en el artículo, The Cultural Logic of Late Capitalism (1991) de Frederic Jameson, leimos “I think it is at least empirically arguable that our daily life, our psychic experience, our cultural languages, are today dominated by categories of space rather than by categories of time, as in the preceding period of high modernism proper” (72-73). Es decir que, según Jameson, la postmodernidad crea un caos total: los personajes aparecen dividido/a(s) en un tiempo lo cual crea un desorden de espacios. Por eso, en la postmodernidad tampoco hay una distinción clara entre el centro y la periferia, un concepto mencionado por Nelly Richards, en su artículo Postmodernism and Periphery (1993). Richard afirma que una de las características principales de una sociedad moderna es que: “It rests on the assumption that there exists a legitimate centre-a unique and superior position from which to establish control and to determine hierarchies” (463). Es decir, en una sociedad moderna, no hay confusión. El poder y la subordinación está claramente ubicado/a(s) en un espacio y tiempo definido y no hay cuestión sobre dónde está cada uno en el espectro. Sin embargo, en la postmodernidad, vemos un cambio total. Leimos, “Postmodernism introduces a highly ambiguous set of co-ordinates into the worn-out context of modernity which has programmed backwardness… Postmodernism dismantles the distinction between centre and periphery…” (Richards 467). Esa misma lógica es la que contemplamos en la obra de Mario Benedetti, Pedro y el capitán (1979).

            Pedro y el capitán cuenta el interrogatorio de un prisionero político Pedro, y de su  interrogador, el capitán. Toda la obra tiene lugar en la sala de interrogatorios, la cual, en mi opinión, es nuestro espacio de postmodernidad. Según la jerarquía inicialmente aparente en una situación así, el Capitán tiene el poder sobre Pedro. El Capitán le dice en al primer interrogatorio: “Soy el único que te puede conseguir alivio en las palizas, brevedad en los plantones, suspensión de picana… Entonces no creo que sea lo más adecuado que te encierres en ese mutismo absurdo” (23). El Capitán no pierde tiempo en establecer el escenario, él es quien tiene el poder y eventualmente Pedro lo tendría que obedecer. El objetivo del Capitán es que Pedro hable, pero Pedro decide mantener silencio en el primer acto, lo cual significa que se guarda la información que el Capitán quiere. En el segundo acto, Pedro habla, pero dice palabras que no ayudan al Capitán a cumplir su meta. Por eso, tenemos que observar, quién realmente tiene el poder. El Capitán cree que pueda obtener información útil de Pedro. Los dos hablan de la vida de Pedro, pero también de la vida del Capitán y provisionalmente vemos una progresión en su relación, pero también un cambio de posiciones en la jerarquía: los primeros cambios en el centro y la periferia. El Capitán habla con Pedro y le dice: “Lo que pasa a usted…¿Usted? ¿Y ahora por qué, así de repente, deje de tutearlo?... Sentí de pronto que debía tratarlo de usted” (62). El Capitán empieza a perder su posición de poder cuando habla de Pedro en la tercera persona singular en vez de hacerlo en la segunda persona singular. Como Pedro es el prisionero, el Capitán debe demostrarle que él está en la posición del poder, pero habla con él en una manera formal y respetuosa, algo que según el Capitán, nunca ha ocurrido con otro prisionero en el pasado. Estos pequeños cambios a través de la obra muestran la fluidez del centro y la periferia en obras de la postmodernidad. Sin embargo, al final del libro, vemos una permuta total. Pedro muere con el poder y el Capitán está arrodillado frente a él. El Capitán que estaba en el centro del poder, ahora está en la periferia, mientras que Pedro se moviliza al centro, muriendo con la información el Capitán quiere. “Se lo ruego a Rómulo ¡Me arrodillo ante Rómulo! Rómulo, ¿Va a decirme un nombre y un apellido?...Pedro (A duras penas.) No…, Capitán” (87).
 
                Por tanto, podemos ver que en el espacio de la postmodernidad, lo cual es la sala de interrogatorios, el poder tiene fluidez. Solo en ese espacio, Pedro tiene el poder. Al momento en que sale de la sala, Pedro vuelve a ser un prisionero político, sin poder sobre sus torturadores.

Obras citadas:

Benedetti, Mario. Pedro Y El Capitán. México, D. F.: Punto De Lectura, 2006. Print.

Jameson, Frederic. "Postmodernism, or The Cultural Logic of Late Capitalism." Postmodernism:a Reader. By Thomas Docherty. New York: Columbia UP, 1993. 62-91. Print.

Richards, Nelly. "Postmodernism and Periphery." Postmodernism: a Reader. New York: Columbia UP, 1993. Print.