¿Quién decide las historias y los eventos que merecen ser incluidas en un libro de historia? ¿Quién decide la manera en que las historias están contadas? El artículo de Ranajit Guha, The Small Voice of History (1993), nos explica el debate de la decisión del valor de una historia sobre otra. Hablando de eventos históricos, Guha menciona, “…the crust of common sense begins to crumble as soon as one asks what precisely the adjective ‘historic’ is supposed to be doing in such expressions…For some discrimination is quite clearly at work here-some unspecified values and unstated criteria-to decide why any particular even or deed should be regarded as historic and not others” (1). Es decir, hay muchas historias y muchos eventos que pasan alrededor del mundo todos los días, pero ¿cuáles son las características distintas que llaman la atención a uno para decidir, “eso vale ser un evento histórico”?
En el caso de India, como menciona Guha, la elite escribe la historia, y también, lee la historia. Por eso, la historia refleja los ideales de la clase alta y excluye la clase baja. “The intelligentsia…had been schooled in their understanding of the history of the world…In their own work within the liberal professions therefore they found it easy to conform to the official interpretation of contemporary Indian history simply as a history of the colonial state” (3). Si pensamos en la historia en general, las voces de los subalternos no están escuchadas y la razón es simple. Los subalternos no tienen la educación ni las maneras en que puedan contar sus historias a los demás. Entonces las historias que nosotros escuchamos son las historias a través de los ojos de la gente elite porque tiene la educación y el poder. Por esta razón, Guha nos pregunta, “-are we to allow these plaintive voices to be drowned in the din of a statist historiography? What kind of history of our people would that make, were it to turn a deaf ear to these histories which constitute, for that period, the density of power relations in a civil society…?” (6).
La obra de Horacio Castellanos Moya, Insensatez (2004), trata del problema que menciona Guha, ¿qué hacemos con las historia de la voces pequeñas? El protagonista del obra, lo cual nunca sabemos su nombre, está contratado por la Iglesia católica para revisar, redactar, y compilar “mil cien cuartillas” (13) del genocidio de los indígenas en un país de América Central. El protagonista lea los testimonios de los indígenas y no puede quitar sus historias de su mente. Tiene su libreta dónde escriba algunas frases poéticas de las cuartillas, como, “Yo no estoy completo de la mente” (13), “Lo que pienso es que pienso yo…” (43), “¡Pero yo siempre me siento muy cansado de que no puedo hacer nada!”(113). También, como siempre tiene su libreta, el protagonista empieza a contar las historias que ha leído a sus amigos y otra gente con quien tiene contacto. Pero la reacción de la gente nunca es lo que espera. “Yo lo observé de nuevo, porque ahora sí tenía que haber encajado esos verso que para mí expresaban toda la desolación después de la masacre, pero no para mi compadre Toto, más agricultor que poeta, como descubrí con pena…” (31). Al escuchar una historia horrible del genocidio de los indígenas, el amigo del protagonista no reacciona. Así podemos ver las ideas que menciona Guha en su artículo. Primero, las voces pequeñas no están oídas, pero también una persona de una clase más alta tiene que reescribir las historias. El protagonista toma el puesto de revisar las historias, lo cual nos hace preguntar, ¿por qué tienen que ser redactadas? ¿No sería mejor leer una historia cómo está descrito de la persona que vivía la experiencia? Aquí vemos el poder del poder.
Obras citadas:
Castellanos Moya, Horacio. Insensatez. Mexico, D.F.: Tusquets, 2004. Print.